Mi primer viernes en Barcelona, mi casi primera semana y como siempre la noche es joven. Claro, es viernes, es maravilloso porque ya no trabajas más, pero todo va color de rosa hasta que recuerdas que estás solo, entonces en principio te sientes un hongo, pones cara larga, todo se torna café y medio se te arruina el ánimo, pero no, está vez yo no quería que así fuera, pues ya me había mejorado de mi resfrío, tenía mi cámara en la mano y no me perdería la oportunidad de recorrer Barcelona o al menos alguna parte de esta ciudad.
Salí de mi trabajo con la idea de pasear para pasarlo bien. Recordé que una amiga me recomendó Las Ramblas, una calle turística y muy larga de Barcelona, yo diría una de sus calles muy famosas, está llena de extranjeros, turistas de todo el mundo, culturas, arquitectura, kioscos, restaurantes, etc. En resumen y en mi conclusión es el punto neurálgico y de encuentro de Barcelona, si alguien tiene otro me lo puede decir...
Mi viaje empezó en la estación de metro de Poblenou L4 hasta Drassanes L3, fue un recorrido rápido y por fortuna no me perdí. Al salir de la estación del metro me topé con la estatua de Colón, ahí mismo supuse que debía caminar hacia el lado opuesto del monumento aquel. Entonces emprendí mi caminata hacia Plaza Catalunya entre luces, gente, fotografiando sin miedo a que me robaran la cámara o a que alguien se sintiera amenazado, en ese momento yo era igual que ellos, una turista.
Caminé por las ramblas, desviándome por pequeñas calles que me llevaban a descubrir otros lugares, estaba tan contenta de vivir aquella experiencia en medio de luces, música, gente, acentos, que no tuve miedo de perderme. Todo iba tomando forma para mí, todos esos lugares que algunas personas me recomendaron por fin tuvieron su propia cara y forma. Por fin mi paseo entre fotográfico y de descubrimiento me llevaron a la Plaza Catalunya, por fin, vi un inmenso y horrible edificio que rompe con toda la bonita estética arquitectónica de Barcelona y por sobre todo de esta plaza, tal edificio tenía un letrero de luces verdes que decía "el corte inglés", me dije ahhhh el famosillo... claro yo busqué el metro y me metí, ya quería regresar a mi casa y no podía prolongar mi resfrío.
Llegué al edificio en donde me hospedo, me metí al ascensor que más que ascensor es una cámara mortuoria, en donde con suerte caben dos personas o una y media, depende del tamaño de ellas, creo que por ascensor tiene el nombre nomás, pero de eso no se trata este relato, se trata de que saqué mis llaves del bolsillo para abrir la puerta del departamento con tan mala suerte que al abrir la puerta del ascensor se me enredaron las llaves y se fueron justo entre ese minúsculo hoyo existente entre el piso del ascensor y el piso del edificio, en ese momento sentí que un pedazo del alma se me fue abajo, sentí el mismo vértigo que habrían sentido las llaves al caer, solo pude decir noooooo!!!!, y escuchar muy, pero muy lejos un sonido metálico pah!, no podía ser peor mi suerte, segunda o casi tercera bienvenida a Barcelona, pero por qué a mí, si solo trato de disfrutar un poco, de integrarme de conocer, en definitiva el paseo no termina hasta que llegas a casa.
Me sentí algo violentada por mí, por mi torpeza y estupidez juntas; sin embargo, recordé que la secretaria de la fundación para la que trabajo me había pasado unas llaves con las que pude entrar al departamento, pero para mi mala suerte no podía salir del edificio. Entonces llamé a un buen amigo, le pregunté qué hacer y me recomendó hablar con la administradora del edificio, así hice y ella muy amablemente me dio una copia de su llave, claro, todo esto no sin antes pasar por el ridículo de explicarle sobre mi tragicómica experiencia a lo que ella designó como puñetero, no se me olvidara jamás como tampoco su gesto.
En definitiva, el paseo no termina hasta que estás dentro de casa sano y salvo...
Caminé por las ramblas, desviándome por pequeñas calles que me llevaban a descubrir otros lugares, estaba tan contenta de vivir aquella experiencia en medio de luces, música, gente, acentos, que no tuve miedo de perderme. Todo iba tomando forma para mí, todos esos lugares que algunas personas me recomendaron por fin tuvieron su propia cara y forma. Por fin mi paseo entre fotográfico y de descubrimiento me llevaron a la Plaza Catalunya, por fin, vi un inmenso y horrible edificio que rompe con toda la bonita estética arquitectónica de Barcelona y por sobre todo de esta plaza, tal edificio tenía un letrero de luces verdes que decía "el corte inglés", me dije ahhhh el famosillo... claro yo busqué el metro y me metí, ya quería regresar a mi casa y no podía prolongar mi resfrío.
Llegué al edificio en donde me hospedo, me metí al ascensor que más que ascensor es una cámara mortuoria, en donde con suerte caben dos personas o una y media, depende del tamaño de ellas, creo que por ascensor tiene el nombre nomás, pero de eso no se trata este relato, se trata de que saqué mis llaves del bolsillo para abrir la puerta del departamento con tan mala suerte que al abrir la puerta del ascensor se me enredaron las llaves y se fueron justo entre ese minúsculo hoyo existente entre el piso del ascensor y el piso del edificio, en ese momento sentí que un pedazo del alma se me fue abajo, sentí el mismo vértigo que habrían sentido las llaves al caer, solo pude decir noooooo!!!!, y escuchar muy, pero muy lejos un sonido metálico pah!, no podía ser peor mi suerte, segunda o casi tercera bienvenida a Barcelona, pero por qué a mí, si solo trato de disfrutar un poco, de integrarme de conocer, en definitiva el paseo no termina hasta que llegas a casa.
Me sentí algo violentada por mí, por mi torpeza y estupidez juntas; sin embargo, recordé que la secretaria de la fundación para la que trabajo me había pasado unas llaves con las que pude entrar al departamento, pero para mi mala suerte no podía salir del edificio. Entonces llamé a un buen amigo, le pregunté qué hacer y me recomendó hablar con la administradora del edificio, así hice y ella muy amablemente me dio una copia de su llave, claro, todo esto no sin antes pasar por el ridículo de explicarle sobre mi tragicómica experiencia a lo que ella designó como puñetero, no se me olvidara jamás como tampoco su gesto.
En definitiva, el paseo no termina hasta que estás dentro de casa sano y salvo...